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UCM inició la novena versión del programa de Español para Migrantes: “La inclusión comienza con el lenguaje”

Con el objetivo de disminuir la barrera lingüística que impide en muchas ocasiones una comunicación efectiva para muchos extranjeros residentes en Chile, surge este programa que le ha cambiado la vida a cientos de personas en Talca y Curicó.


La última década ha estado marcada por las migraciones forzadas de miles de personas que han tenido que abandonar sus países de origen para buscar una mejor calidad de vida. Uno de los destinos más elegidos por la comunidad haitiana ha sido Chile; sin embargo, el idioma se ha convertido en una gran barrera para acceder a mejores oportunidades laborales.

Según el estudio de estimación de personas extranjeras residentes habituales en Chile, hasta 2022 había 184.721 haitianos en el país, lo que representa el 11,4% de la población migrante, ubicándose como la cuarta nacionalidad más numerosa después de Venezuela, Perú y Colombia.

Para que estas personas puedan desempeñarse de la mejor forma, es fundamental que cuenten con herramientas para adquirir el idioma. En ese contexto, el Programa Español para Migrantes de la Universidad Católica del Maule (UCM) toma gran relevancia al ser gratuito y con casi una década de trayectoria, ha beneficiado a cientos de personas. Así lo detalló en entrevista su coordinadora, la académica de la UCM, Giselle Bahamondes Quezada.

¿Cuál es el objetivo del Programa Español para Migrantes y cómo surgió esta iniciativa?

El objetivo principal es disminuir la barrera lingüística que impide a muchas personas migrantes no hispanohablantes comunicarse eficazmente. En 2016, emprendimos, junto con un grupo de estudiantes de último año de Pedagogía en Lengua Castellana, el desafío de apoyar a un grupo de personas que estaban siendo acogidas por la Fundación Madre Josefa de Talca. En ese entonces, como formadores de profesores de lengua, sentimos el deber de contribuir, y así nació esta propuesta, que inicialmente atendió a más de 60 personas.

¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan los migrantes en la región del Maule en relación con el idioma?

El mayor obstáculo es la barrera idiomática, que impide una inserción adecuada, ya sea en establecimientos educacionales para niños y jóvenes o en el ámbito laboral. Los adultos, además, deben trabajar para mantener a sus familias y emprender en su nueva realidad, lo que les exige un dominio básico del idioma. Nuestro trabajo como voluntarios del programa busca acompañarlos en ese proceso inicial de adaptación y facilitar su integración.

¿Cómo ha sido la recepción del programa por parte de la comunidad migrante? 

La recepción ha sido muy positiva. Aunque el enfoque ha estado principalmente en la comunidad haitiana —por ser una de las más vulneradas—, también hemos trabajado con personas de otras nacionalidades como brasileños, palestinos e italianos. Todos se sorprenden al saber que el programa es gratuito. Pero nació como un voluntariado y hemos mantenido ese espíritu durante nueve años, con estudiantes de la carrera que ejecutan los talleres bajo mi coordinación.

¿Cómo está estructurado el curso? ¿Cuánto dura y qué tipo de actividades incluye?

El curso dura 12 semanas y ofrecemos dos niveles de formación: A1 y B1. Cada nivel tiene cuatro unidades, enfocadas en funciones comunicativas esenciales. Incorporamos tecnología, materiales atractivos y creamos actividades contextualizadas para fomentar la oralidad, la comprensión y la escritura. Además, los voluntarios nos hemos capacitado en criollo haitiano para mediar y favorecer la interacción de las primeras semanas del curso. Las clases se realizan de forma presencial en Curicó, en laboratorios computacionales, y de manera online desde Talca, lo que nos ha permitido llegar a muchas otras regiones y duplicar nuestra matrícula anual. 

¿Siente que los y las usuarias del programa se han comprometido para aprender? 

El compromiso ha sido notable. Desde el diagnóstico inicial hasta la asistencia regular, demuestran una gran motivación. El año pasado hicimos un piloto con niños en Curicó, involucrando a tres establecimientos educacionales. Este año ya sumamos ocho o nueve colegios que han apostado por incorporar el programa como parte del proceso de inserción escolar de sus estudiantes migrantes no hispanohablantes, lo que refleja también un compromiso auténtico. 

¿Han logrado articular vinculaciones con otras instituciones?

Además de los colegios, trabajamos estrechamente con la Pastoral de Movilidad Humana, atendiendo a comunidades más vulnerables en el territorio. También hemos comenzado a colaborar con universidades a través del Programa PACE, que facilita el acceso a la educación superior para estudiantes de tercero y cuarto medio, muchos de los cuales no hablan español como lengua materna. Este año iniciaremos pilotos online con ellos y estamos muy contentos de poder contribuir en este grupo más específico. 

¿Cuáles han sido los principales logros que ha tenido el programa?

El impacto ha sido positivo en varios niveles. Hemos contribuido a mejorar las condiciones comunicativas de las personas migradas no hispanohablantes, pero también nos ha permitido, como carrera, replantear nuestro perfil de egreso y adaptarnos a una sociedad cada vez más multicultural. Los estudiantes voluntarios se han fortalecido como docentes y los campos laborales se han ampliado para ellos, pues incluso algunos han accedido a estudios de posgrado en el extranjero gracias a esta experiencia y a las nuevas posibilidades que ofrece la carrera con este programa de vinculación bidireccional.

¿Hay algún caso que recuerde con especial cariño?

Sí, recuerdo con especial cariño a un estudiante de los primeros años que buscaba nuestros cursos porque la necesidad de aprender español la relacionaba con lograr leer la biblia en esta lengua y sentir a Dios más cerca de él. Hay muchos recuerdos en ese mismo tenor. Por otra parte, me gustaría destacar que algunas voluntarias, que por años participaron haciendo clases, han desarrollado carreras en enseñanza de segundas lenguas en el extranjero. Estos ejemplos muestran que el programa no solo derriba barreras, sino que abre nuevas oportunidades tanto para las personas migrantes como para nuestros egresados.


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