El Abate Molina y la región del Maule
Este sábado 25 y domingo 26 de mayo se celebró el Día del Patrimonio y es preciso en la región del Maule recordar al Abate Juan Ignacio Molina. El sacerdote jesuita chileno, naturalista y precursor del evolucionismo científico de Darwin, nació en la hacienda de Huaraculén, en la jurisdicción del partido del Maule, donde se unen el río Loncomilla con el Maule, en la actual comuna de Villa Alegre, el 24 de junio 1740. Luego su familia se trasladaría a San Agustín de Talca, capital del partido.
Para el padre e historiador Walter Hanisch en Itinerario y pensamiento de los jesuitas expulsos de Chile (1767-1815) y Juan Ignacio Molina y sus Obras, el Abate es el más universal de los maulinos. Desde sus años en Chile hasta su llegada a la Universidad de Bolonia destaca su dedicación al estudio con amor por el Maule, Chile y América y su don de observación desde niño: “El mérito de Molina consiste en su espíritu de observación… Cuando ingresó a la Compañía siguió observando y anotando en Bucalemu, en Concepción y en Santiago, como antes lo hiciera en Guaraculén y en Talca”.
Para el profesor Miguel Castillo Didier de la Academia Chilena de la Lengua, en El Abate Molina y su Poema Sobre Los Ríos de Chile, en la historia de la cultura chilena y de América, Juan Ignacio Molina ocupa un puesto significativo. Como jesuita expulsado de Chile en 1767 enalteció el nombre de su patria estudiando, trabajando y escribiendo en la lejanía forzada, con la tristeza de la nostalgia y la esperanza de volver a ver a los suyos, de retornar a su tierra y contemplar sus montañas, ríos, árboles y pájaros.
En el prólogo del Ensayo sobre la Historia Natural de Chile de 1782 escribe Molina: “El amor que naturalmente inspira la patria me indujo a proporcionar alguna idea sobre ella. Lo hice del modo que me era posible realizarlo, dada la gran distancia que me separaba de los objetos que debían ser representados.”
Testimonio de ese amor es su poema latino De luviis chilensibus, Sobre los ríos de Chile, que muestra su conocimiento, sentimiento de admiración y ternura por ellos:
“Hermosos ríos engendra mi Chile / rico en rocío es; ni árido ni falto / de agua en parte alguna…
Dan nacimiento al Mataquito / ríos Lontué y Teno. / Y el que antes era doble / como único corre hacia la mar…
De todos los ríos que bañan / los campos de Chile, yo doy, no sin razón / rango primero al Maule al cual le viene / de nuestros Alpes rapidísima corriente / río que a la mar recuerda / por su bullicio y por su estrépito…
En otro tiempo acompañó mi nacimiento / el Loncomilla, que será famoso / si llego a ser un célebre poeta…
Te pasaba de largo, río Claro / que tu nombre lo pierdes / y vas buscando al Maule. / Claro eres y con hermoso nombre / eres llamado por tus claras aguas / y los talquinos campos riegas, tú, río singular…”
En el poema Elegías de la viruela, Castillo Didier analiza que Molina, padeciendo la enfermedad, viaja mentalmente por el Maule dedicando un pasaje especial al río Claro, al que nombra “amnis amice”, río amigo, y “amabilis amnis”, río amable:
“Mi Rioclare vale, iam nos vocat obvia Talca, / Prima juventutis conscia Talca mea.” (Mi Rio Claro adiós, ya la amable Talca nos llama, / mi Talca confidente primera de mi juventud.)
No volvió a ver Juan Ignacio las aguas de sus ríos amados. Murió en Bolonia el 12 de septiembre de 1829. Hanisch escribe: “Molina perdido en el mar de tan vastos acontecimientos, contribuye con su gota de agua, amarga como el mar, extensa como su vida, desterrado 62 de los 89 que vivió… Y fue la ciencia de la naturaleza de su patria el modo de recordarla y enseñarla a la docta Europa con el mejor lenguaje de los sabios”.
Pero el Abate Molina pervive en el Maule y en Chile. Nicolás de la Cruz, Conde del Maule, nacido en San Agustín de Talca y residiendo en Cádiz, se reunió con Molina en Bolonia y tradujo desde el italiano su libro Saggio sulla storia civile del Chili de 1787, publicado en 1795 en Madrid como Compendio de la historia civil del reyno de Chile, y su sobrina, María del Tránsito de la Cruz, dueña de la hacienda de Quechereguas, ubicada entre los ríos Lontué y Claro, decidió donarla para fundar un pueblo en memoria del Abate, y el Presidente Joaquín Prieto crea la Villa de Molina en 1834.
En 1823 Molina recibió en Bolonia al Obispo José Ignacio Cienfuegos, representante de Chile ante la Santa Sede en Roma, a quien le encomendó, con cargo al patrimonio heredado de su familia en Talca y la hacienda de Huaraculén, fundar una Biblioteca de Ciencias, realizándose como el Instituto Literario de Talca en 1829, y hoy Liceo Abate Molina.
En Villa Alegre, en la avenida que hoy lleva su nombre, entre naranjos y casas de estilo colonial, la Parroquia del Niño Jesús guarda los restos de Molina desde 1969 y un mural del pintor linarense, Pedro Olmos, en su honor, y en el Salón Blanco del Palacio de La Moneda, donde murió el 11 de septiembre de 1973 el Presidente Allende, recreado su despacho presidencial original, entre la fotografía de sus hijas y el retrato del libertador americano Simón Bolivar, se encuentra la escultura del Abate Juan Ignacio Molina.
Por: Lorenzo Martínez Hernández, Abogado, Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales
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